“López, se lo deletreo L-Ó-P-E-Z”. Así empieza la primera incursión en la publicidad de Pablo López, el cantante que quedó segundo en la edición de 2008 de esa lanzadera concurso llamada Operación Triunfo. Un colgado de la música que rozó imaginar que su momento había llegado, sin terminar de creerse que el brillo de la efímera fama de los conciertos a medida era cosa suya. Después tocó volver a creer en él mismo y trabajar duro para que otros vieran que, tras sus fantasmas y su piano, había un artista capaz de conmover hasta el punto de conseguir llenar estadios con su música de zarpazos de emociones.

López, Pablo López, sin más; sin aderezos y sin alharacas. Así se presenta en el anuncio que protagoniza junto a la actriz Macarena García —otro apellido normal que no ha necesitado de adornos para imponerse en su territorio— para la marca Springfield. Y no se trata de hacer publicidad sino de sintetizar lo que Pablo ha querido ser siempre: él mismo, el músico que utiliza su piano como quien toma pastillas para el dolor.